En la ciudad de Concepción, Chile, se llevó a cabo esta semana la Cumbre del Eje Trasandino Centro Sur, un encuentro binacional que reunió a autoridades de seis regiones del sur chileno y a la provincia argentina de Neuquén. En el centro del debate: un ambicioso proyecto de corredor logístico que pretende unir el océano Atlántico con el Pacífico a través de una red de transporte bimodal, que combine trenes y camiones, con eje en la formación energética de Vaca Muerta.

La propuesta, encabezada por el gobernador neuquino Rolando Figueroa, apunta a construir una vía alternativa para la exportación de gas y mercancías, evitando los puertos atlánticos argentinos y apelando a la salida por el Pacífico a través de territorio chileno.

Una salida energética que busca autonomía

Lejos de los discursos diplomáticos, la iniciativa refleja una tensión histórica en la política territorial argentina: la concentración de decisiones estratégicas en la capital. “Queremos acuerdos entre regiones, sin depender siempre de Buenos Aires o Santiago”, insistió Figueroa, en lo que pareció una crítica directa al centralismo que históricamente ha condicionado la infraestructura del comercio exterior en ambos países.

El gobernador propuso la creación de "playas de transferencia" para facilitar la carga y descarga de mercancías, especialmente gas, lo que deja entrever que uno de los principales intereses detrás del proyecto es consolidar una vía de exportación para el recurso estrella de la región: el gas no convencional de Vaca Muerta.

Además del transporte energético, se discutieron alternativas para priorizar ciertos pasos fronterizos y reforzar la infraestructura vial y ferroviaria. Las regiones involucradas —Biobío, Maule, Ñuble, Araucanía, Los Ríos y Los Lagos— ven en este corredor una oportunidad para diversificar su economía y mejorar la conectividad con América del Sur y Asia.

Desafíos estructurales y expectativas cruzadas

A pesar del entusiasmo expresado por los mandatarios regionales, el proyecto enfrenta desafíos importantes. El desarrollo de un corredor de esta magnitud requerirá inversiones multimillonarias, acuerdos bilaterales sólidos y resolver cuestiones de soberanía logística y aduanera. Tampoco está claro el interés concreto del sector privado, que será clave para financiar la infraestructura necesaria.

Otro de los temas abordados fue el turismo binacional, aunque quedó relegado ante la fuerza del discurso energético. También se valoró el avance institucional chileno que permite la elección directa de gobernadores, como una herramienta que podría favorecer decisiones más autónomas y descentralizadas.

La cumbre continuará en los próximos días con mesas técnicas y recorridos en terreno para evaluar posibles puntos de inversión. Sin embargo, aún no hay plazos definidos ni acuerdos formales firmados.

La iniciativa promete, pero aún debe demostrar que puede superar las barreras de la retórica regionalista y transformarse en un proyecto viable que articule integración real, con beneficios equitativos para ambos lados de la cordillera.

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