
Un estudio científico volvió a poner bajo la lupa una forma de contaminación silenciosa que crece al ritmo de la urbanización: los medicamentos que se consumen terminan, intactos o como metabolitos, en los cursos de agua.
Investigadores del Conicet y de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) confirmaron la presencia de fármacos como Viagra, analgésicos, antiepilépticos y medicamentos cardiovasculares en distintos ríos y arroyos del área metropolitana de Buenos Aires y en el Río de la Plata.
El trabajo fue publicado en la revista Environmental Toxicology and Chemistry y se inscribe en una línea de investigación sobre los llamados “contaminantes emergentes”, sustancias de uso farmacológico que ingresan al ambiente y pueden persistir durante largos períodos sin degradarse completamente.
Un mapa de la contaminación farmacológica
Para el estudio se tomaron muestras en 26 sitios distribuidos en siete cuencas de la región, que abarcan tanto áreas rurales como sectores urbanos densamente poblados.
Entre los cursos de agua analizados se encuentran los ríos Luján, Reconquista y Matanza-Riachuelo, y los arroyos Del Gato, Maldonado, El Pescado y Espinillo, que atraviesan zonas de La Plata, Berisso, Ensenada y el partido de Magdalena.
Los investigadores midieron 16 principios activos de amplia prescripción médica y encontraron una relación directa entre la densidad poblacional, la infraestructura cloacal y la cantidad de compuestos detectados.
En tramos rurales se identificaron en promedio dos o tres medicamentos, mientras que en los sectores urbanos aparecieron casi todos los fármacos buscados, con concentraciones que aumentan a medida que crecen los aportes de aguas residuales.
Qué medicamentos aparecen y cuándo
Entre los compuestos más frecuentes se destacó la carbamazepina, un antiepiléptico de uso extendido, seguida por analgésicos de consumo masivo como paracetamol e ibuprofeno, y por el atenolol, utilizado para tratar la hipertensión y trastornos cardíacos.
Uno de los hallazgos que más llamó la atención fue la detección de sildenafil, cuyo nombre comercial más conocido es Viagra. Según el estudio, este fármaco mostró un patrón estacional marcado, con mayor presencia durante los meses de verano, lo que los científicos vinculan a cambios en los hábitos de consumo de la población.
El análisis también evidenció variaciones estacionales en otros medicamentos.
En invierno, por ejemplo, aumentaron las detecciones de salbutamol, un broncodilatador asociado al tratamiento de enfermedades respiratorias, más frecuentes en épocas de frío. Estas fluctuaciones permiten relacionar la contaminación con patrones de salud, comportamiento social y factores ambientales como las lluvias, que pueden diluir temporalmente las concentraciones.
El límite de las plantas de tratamiento
Uno de los puntos más relevantes del informe es que las plantas de tratamiento cloacal, aun cuando están en funcionamiento, no logran eliminar completamente estos compuestos. De hecho, algunos de los niveles más altos de contaminación se registraron en cursos de agua que reciben descargas de plantas depuradoras, lo que evidencia limitaciones tecnológicas para remover estos micropoluentes.
En paralelo, los sectores sin acceso a redes de saneamiento también mostraron concentraciones significativas de medicamentos, posiblemente por descargas clandestinas, pozos ciegos mal impermeabilizados o filtraciones desde rellenos sanitarios, que terminan contaminando las aguas subterráneas y luego los cursos superficiales.
Un problema global con rasgos locales
La presencia de fármacos en ambientes acuáticos no es exclusiva de la Argentina. Estudios internacionales registraron este fenómeno en ríos de todo el mundo y lo identifican como un problema global de contaminación química, con potenciales efectos sobre la fauna acuática y la salud humana a largo plazo.
Sin embargo, el trabajo del Conicet advierte particularidades locales. Los niveles de paracetamol detectados en los cursos de agua analizados son comparativamente más altos que los informados en muchos estudios internacionales, lo que podría reflejar un consumo elevado y sistemas de tratamiento insuficientes para retener o degradar estas sustancias.
Una advertencia sobre un ciclo invisible
Lejos de buscar un tono alarmista, los investigadores plantean el estudio como una advertencia sobre un ciclo que suele pasar desapercibido. Lo que se ingiere y se descarta no desaparece al tirar la cadena o la basura.
Los residuos siguen un recorrido que, en muchos casos, termina en el agua o en el suelo, con consecuencias ambientales que todavía no están completamente dimensionadas.



















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