En el corazón de Villa Fiorito, barrio del sur del Gran Buenos Aires donde Diego Maradona creció y dio sus primeros pasos, el astro dejó un tesoro. En 2008, Diego volvió a la localidad de Lomas de Zamora para una visita especial, subió al tren del ramal de la Línea Belgrano Sur y, en la estación Fiorito, estampó su firma sobre la “o” del cartel que indicaba el nombre de la parada.
"El cartel es el cartel que dejé yo", dijo Diego visiblemente emocionado por la vuelta a su infancia. "Yo al chico ese lo tengo muy adentro mío y me ha dado la fuerza que tengo hoy. Lo único que le puedo decir a los chicos de Fiorito y a los chicos de mi país es que no esperemos que el país nos ayude porque hace mucho tiempo venimos esperando. Hay que superarse cada día porque -si esperamos la ayuda de los de arriba- la ayuda es muy poca", aconsejó el astro.
La rúbrica no fue cualquier autógrafo: un “10” pintado sobre la curva inferior de la letra “o” de “Fiorito”. Pese a haber alcanzado la cumbre del fútbol mundial, Maradona siempre volvió a su barrio. El tren, el andén, el recorrido de aquel niño que caminaba hasta la estación para tomar el vagón: el trayecto desde la humildad hacia la inmortalidad del mejor.

Pocas horas después del gesto, alguien que decidió quedarse con un regalo que era para todos, sustrajo la parte del cartel donde estaba la firma. La letra “o” fue arrancada, y con ella, se perdió el trazo de Maradona. Sucede que para muchos, ese fragmento no era sólo metal o pintura: era la memoria de un barrio, el recuerdo de un joven que salió de allí y volvió para dejar algo de su leyenda.

Hoy, Maradona cumpliría 65 años y ese instante en Fiorito adquiere una nueva dimensión. No se trata solo de un grafiti o una firma resignada al vandalismo: es la memoria viva del Diez en cada andén que pisó y en cada viaje que hizo hasta convertirse en el número uno.




















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