El Eternauta

La serie El Eternauta fue el gran tema de conversación del fin de semana. La esperada adaptación de Bruno Stagnaro ofrece múltiples capas de análisis y una de ellas es la musical. En particular, hay una escena que destaca no solo por su intensidad dramática, sino por el peso simbólico de la música que la acompaña: al ritmo de una chacarera trunca, un excombatiente de Malvinas y una monja ejecutan un ataque heroico que permite a Juan Salvo y sus compañeros avanzar entre la nieve mortal y los invasores alienígenas.

El tema es el "Credo" de la Misa Criolla, en la inigualable voz de Mercedes Sosa. Mientras el grupo de sobrevivientes avanza entre la nieve que cubre Buenos Aires, los acordes profundos de la chacarera marcan el ritmo de la resistencia. La percusión telúrica, los arreglos corales y la voz profunda de Mercedes combinan perfecto con la épica de la acción que se lleva adelante. El resultado es una escena con un caudal emocional muy poderoso.

Fe, patria y memoria colectiva

La cuestión de la fe atraviesa la serie desde distintos ángulos. Pero en la escena de la resistencia del excombatiente y la monja, el equipo de Stagnaro eligió poner el "Credo" como columna sonora. No cualquier canción: una oración que sintetiza la fe católica desde lo más profundo de la cultura argentina. Un coro repite “Padre todo poderoso” con un dramatismo feroz que se sostiene por bombo y pezuñas, hasta que Mercedes Sosa irrumpe con su caudal incontenible. El resultado es una escena con un gradiente emocional muy poderoso.

Juan Salvo y sus compañeros no enfrentan solo a una amenaza alienígena: también luchan contra el olvido, la deshumanización y la pérdida del otro. En ese contexto, la voz de Mercedes Sosa se transforma en un acto de resistencia. Su canto no solo emociona: interpela, acompaña, sacude. Es una guía en la nieve mortal, un faro sonoro en la ciudad vacía.

Esta escena se vuelve una síntesis perfecta de dos pilares de la cultura argentina: El Eternauta, como símbolo eterno de lucha colectiva frente a la adversidad, y la Misa Criolla, como expresión de una fe popular arraigada en la dignidad y la esperanza. La combinación trasciende la ciencia ficción y toca una fibra íntima, profundamente humana e irremediablemente argentina.

La historia de la Misa Criolla

La Misa Criolla es una obra emblemática de la música popular argentina, compuesta por Ariel Ramírez en 1964. Su origen está ligado a un viaje que el músico realizó en los años 50, cuando conoció en Alemania a dos hermanas, Elisabeth y Regina Brückner, quienes durante el nazismo ayudaron a prisioneros de un campo de concentración cercano a su convento. Conmovido por ese acto de humanidad, Ramírez decidió componer una misa que uniera el lenguaje de la liturgia católica con los ritmos del folclore argentino.

Mercedes Sosa y Ariel Ramírez.

La primera grabación de la obra se lanzó en 1965, con un elenco de músicos excepcionales: Los Fronterizos, Jaime Torres (charango), Chango Farías Gómez (percusión), Raúl Barboza (acordeón) y Luis Amaya (guitarra). El coro estuvo a cargo de la Cantoría de la Basílica del Socorro, bajo la dirección del presbítero Jesús Gabriel Segade. Ariel Ramírez lideró la dirección musical y tocó piano y clavecín.

La creación fue posible gracias al Concilio Vaticano II, que permitió el uso de lenguas vernáculas en la misa. Esto abrió la puerta a expresiones musicales como la Misa Criolla, que abandonaban el latín para hablarle al pueblo en su propio idioma y ritmo. En el año 2000, Mercedes Sosa grabó su versión definitiva de la obra, bajo la dirección del propio Ramírez. Esa interpretación le valió un Grammy Latino y ahora, más de veinte años después, vuelve a emocionar al país desde la pantalla.

 

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