El tablero de la política global no deja de sorprendernos. Si hace unos meses el comercio entre Estados Unidos y Vietnam parecía ir viento en popa, con aranceles bajísimos y una integración silenciosa, de repente Washington subió la apuesta, elevando esas barreras a un sorprendente 46%. ¿Un castigo? ¿Una táctica? Pocos entendían el mensaje. Pero ahora, con una reducción a un 20% y una tasa del 40% a terceros países, el panorama se aclara: el verdadero destinatario de esta jugada no es otro que Pekín.

Este vaivén arancelario, más allá de los números, revela una movida estratégica de EE. UU. en el Sudeste Asiático. Vietnam, esa nación que ha pasado de la guerra a ser una potencia manufacturera y la octava socia comercial de Estados Unidos, se ha convertido en una pieza clave en la reorganización de las cadenas de suministro globales. Con la tensión entre Washington y Pekín en aumento, las empresas estadounidenses buscan alternativas a China, y Vietnam, con su estabilidad y costos competitivos, se presenta como el candidato ideal. Zapatos, teléfonos inteligentes, textiles… todo apunta a Hanói.

Un juego de dos bandas: BRICS y la Casa Blanca

Pero Vietnam no es ingenuo en este juego de ajedrez. Mientras estrecha lazos comerciales con Estados Unidos, también ha decidido cubrir sus apuestas uniéndose a los BRICS como "país socio" bajo la presidencia de Brasil en 2025.

El primer ministro Pham Minh Chinh estuvo presente en la cumbre de Río, sentándose a la mesa con líderes de China, Rusia e India.

Esta diplomacia de doble vía es un recordatorio potente: Vietnam no está eligiendo bandos ciegamente. Está expandiendo sus opciones, manteniendo la flexibilidad estratégica y profundizando sus lazos con múltiples centros de poder global. Para Washington, es una lección de que no pueden dar por sentada la lealtad de sus socios, especialmente en una región tan dinámica.

Inestabilidad y sincronización: la duda de la sostenibilidad

La sincronización de estos movimientos es clave. El nuevo acuerdo comercial llega justo antes de la esperada visita del líder del Partido Comunista vietnamita, To Lam, a la Casa Blanca. Un encuentro que refuerza la creciente preocupación compartida por la asertividad china en el Mar de China Meridional.

Sin embargo, esta política comercial, que se siente más como política exterior, también genera incertidumbre. Para los vietnamitas, la montaña rusa de aranceles —de muy bajos a muy altos y ahora a la mitad— plantea serias dudas sobre la fiabilidad de Estados Unidos. Para los importadores estadounidenses, un 20% sigue siendo un aumento significativo, con implicaciones para precios y cadenas de suministro.

La gran pregunta es: ¿cuán sostenible será esta "vía intermedia"? ¿Es el 20% un compromiso estable o solo una parada temporal en una negociación más larga? ¿Qué pasará si Vietnam se percibe demasiado cerca, o no lo suficiente, de la órbita estadounidense? La inestabilidad del momento hace que leer las hojas de té sea más complicado que nunca.

Vietnam ya no es solo un socio comercial más. Es un punto de inflexión estratégico en un escenario global mucho más amplio, donde cada gesto y cada cambio de política tienen un trasfondo geopolítico que va mucho más allá de las cifras de exportación. Y eso, sin duda, lo convierte en una pieza fascinante de observar en el ajedrez global.

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