
Neuquén registró en noviembre una inflación del 2,4%, según el último informe de la Dirección Provincial de Estadísticas y Censos. El dato implica una leve desaceleración frente al 2,7% de octubre y confirma una tendencia moderada que se viene repitiendo en los últimos meses. Aun así, el número no deja de reflejar tensiones: la provincia acumula un 34,9% en lo que va del año y una interanual cercana al 38%, lo que todavía representa un desafío para los hogares neuquinos, más allá de la curva descendente.
El registro provincial quedó prácticamente alineado al dato nacional (2,5%), y muestra que, aunque Neuquén conserva particularidades propias de su estructura de consumo, hoy se mueve dentro de los mismos márgenes que el promedio del país. Para las familias, sin embargo, esa desaceleración no se traduce automáticamente en un alivio perceptible. Los aumentos siguen concentrándose en bienes y servicios esenciales, lo que amortigua la sensación de mejoría.
Los rubros que más aumentaron y los que más pesan
El informe oficial detalló que Educación, con un 3,7%, fue la división que lideró las subas en noviembre. Le siguieron Información y Comunicaciones (3,2%) y Bebidas alcohólicas y tabaco (3,0%). Son aumentos relevantes, pero no necesariamente los que más inciden en el gasto cotidiano.
El mayor impacto en el índice general provino de rubros que forman parte del consumo diario de la mayoría de los hogares: Alimentos y bebidas no alcohólicas (2,6%), Vivienda, agua, electricidad y combustibles (2,6%) y Transporte (2,6%). Entre ellos explicaron más del 60% del IPC mensual. Esto significa que productos como la carne bovina, las frutas frescas, el pan o los servicios básicos del hogar siguen marcando la pauta del mes, incluso cuando la inflación general parece desacelerarse.
La dinámica es conocida para cualquier consumidor: aunque el índice baja algunas décimas, el impacto en el supermercado, en el alquiler o en el surtidor no siempre acompaña ese ritmo. Esa distancia entre la estadística y la experiencia cotidiana es una de las claves para entender por qué la desaceleración todavía no se vive como una recuperación.
Un cierre de año que definirá salarios y expectativas
El dato de noviembre llega en pleno tramo final del año, cuando se reabren paritarias, se actualizan contratos y se proyectan presupuestos. Para los gremios, que siguen de cerca cada variación mensual, la moderación del IPC sirve de referencia, pero no necesariamente de argumento para aceptar aumentos más acotados. La presión del costo de vida —especialmente en alimentos y vivienda— sigue condicionando cualquier negociación.
Del lado empresarial, la lectura es similar pero con otros matices. La inflación más baja ofrece un contexto algo más previsible para planificar precios y costos, aunque la volatilidad de ciertos rubros clave, como combustibles y logística, impide hacer proyecciones demasiado optimistas. Para muchos comercios, el comportamiento del consumo es hoy más relevante que la cifra del IPC.
Las autoridades provinciales valoran la desaceleración, aunque el número en sí mismo no resuelve los desafíos de fondo: tarifas, tarifas de servicios públicos, costos de transporte y variaciones estacionales que suelen presionar los precios durante diciembre y el verano.
Mirando hacia 2026, queda la incógnita sobre si el sendero descendente podrá sostenerse o si habrá nuevos reacomodamientos de precios. De momento, lo cierto es que el 2,4% de noviembre brinda una foto más moderada que meses anteriores, pero convive con tensiones persistentes que afectan directamente el poder adquisitivo.




















Comentarios