Por Carlos Ceballos.

El título nombra así a la vasta palabra y acción que desarrolló el Papa Francisco durante doce años en su prédica por la liberación del hombre de las ataduras del pecado y las tentaciones que le ofrece la mundanidad actual, controlada y conducida por el "poder" de las finanzas, las drogas y las armas.

No se pretende aquí analizarlas ni en su profundidad ni extensión, solo señalar un tono y una actitud que se enlaza con lo que los argentinos tenemos que hacer con nuestra Patria.

Su voz fue una permanente disonancia respecto de lo que estaba escrito en la partitura del "poder de los poderosos", y a la vez en discordancia porque sonó en contrario con el corazón de ellos, lo que los obligó a soportarlo y a callar frente a él.

En este sentido se entiende que esa disonancia puede aportar un enfoque que acompañe a todos aquellos que están prontos para emprender la magna tarea de sacar a la Argentina de este sitio invivible en que se encuentra, y que es también una lucha por la liberación del pecado que nos ha llevado a este grado de individualismo e indiferencia por el bien común que amenaza con hacernos desaparecer como pueblo.

En principio, para escuchar la Nota disonante que fue Francisco, el pueblo argentino debe aceptar su responsabilidad en la frustrada visita del Papa a su Patria por haber caído en la trampa de una operación pergeñada por los enemigos exteriores e interiores de la Argentina que produjo un quiebre en nuestra unidad, al que llamaron "grieta", y que en verdad constituyó una profunda herida que deseamos y rezamos para que, tras la ausencia de la Nota disonante que invadía el planeta entero, vuelva a cerrarse y a reunirse en el dolor de la pérdida, comprendiendo al fin que la "unidad es superior al conflicto", y así superarla.

La Nota, que sonaba mal porque no tocaba lo que estaba en la partitura y resultó disonante para el egoísmo de muchos, ha concluido su viaje por esta vida, pero su son perdurará durante mucho tiempo en la escucha de los pueblos e inquietará los oídos de los presuntos "conductores del mundo" que intentarán acallarla, llevarla al olvido, y desde adentro de la Argentina sus aliados pronto recuperarán el discurso del desprecio tanto por su ser político, por sus opiniones económicas, sociales o culturales, ya que justamente lo que los define es el desprecio por lo propio, mucho más que cualquier diferencia de clase, posición socioeconómica o de instrucción académica.

A pesar de vivir con todos los frentes abiertos, Francisco condujo todas las batallas cubiertas y solapadas que recibió desde afuera y dentro de la Iglesia Institucional que comandaba, hablando a todos (una música que los argentinos hace décadas supimos escuchar) y para todos, como quien le habla al Hombre, y nos alentaba diciendo que: "La misericordia es el nombre de Dios", que Dios nos espera siempre más allá del error o el crimen que hayamos cometido, "porque nunca se cansa de perdonar".

Tremendo desvío de la partitura vigente que sin duda convirtió a muchos a la esperanza e incluso a la lucha por reconvertir este mundo, y para nosotros en especial, a este mundo Occidental desacralizado y en larga agonía por ello, en un ámbito donde impere una relación permanente entre lo divino y lo humano, que aun no siendo lo necesariamente armoniosa que merece porque el mal también intervendrá, será posible en el marco de una misericordia que estará presente en nuestra consciencia y en el Ser de Dios.

Y esta es la disonancia de la fe, el único sostén que la esperanza posee para animarnos a transformar la situación. ¿Y cuándo en la historia fue posible emprender una gran empresa sin estar parada sobre esta roca?

La reconstrucción de la Patria es de la magnitud que Francisco encerraba en aquella declaración referida al orden económico: "Así como el mandamiento del amor de 'no matar' pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir 'no a una economía de la exclusión y la inequidad. Esa economía mata'".

Tiene esa dimensión puesto que se trata también de una muerte, la de la Patria, pues es esto lo que está en juego: la existencia de un territorio, de un pasado, de una distinción cultural que nos identifica, en la que nos reconocemos, y que nos diferencia de los demás pueblos. Y únicamente con esta particularidad, con la singularidad presente de un pueblo mestizo, podremos estar en la discusión por la configuración de un universalismo con forma de poliedro:

"El modelo no es la esfera, que no es superior a las partes, donde cada punto es equidistante del centro y no hay diferencias entre unos y otros. El modelo es el poliedro confluencia de todas las parcialidades que en él conservan su originalidad… recoge lo mejor de cada uno. Allí entran los pobres con su cultura, sus proyectos y sus propias potencialidades".

Y esta Nota sonó a fractura en los oídos de los programados y tecnológicos globalistas, uni o multipolares, en los que pregonan el fin de la historia, en los de los nuevos imperialismos continentales, y su sonido siempre sonará así para ellos, hasta que los pueblos escriban la nueva partitura para todos.

Con el poliedro aparecen las periferias existenciales: los pobres, los presos, las adúlteras, los migrantes que huyen del hambre y del desastre que ciertos países europeos supieron organizar en África y el Cercano Oriente para quedarse con el poder y sus riquezas a cualquier precio; mientras el Francisco disonante argentino permanece arrodillado frente a aquellos lavándoles y besándoles los pies, y enseñándonos, como al pasar, que "la relación de Dios con el hombre es de cercanía, ternura y misericordia".

Pero para comprender esta relación es necesaria una "Iglesia en salida" yendo a evangelizar a las calles, del mismo modo que para los que no pertenecen a ella salir a encontrarse con los otros para recuperar una "cultura del encuentro".

Este mensaje y su acción contienen la alegría del Bien para quien lo ejecuta y quien lo recibe, y en función de ello escribió un programa que tituló "La alegría del Evangelio" (Carta apostólica Evangelii Gaudium) que el mensajero puso en un lugar preferencial de su misión, y con él intentó retrotraernos a las raíces de la Creación con un plan para los tiempos que corren, disonando ante un mundo que la niega o que elige ignorarla, trabaja para destruirla y difundirla como el castigo "divino" frente a tanto mal y desgracia como la partitura del "poder" ha sido capaz de redactar en el pentagrama de su malicia.

Las raíces no solo están en el espíritu sino también en la historia, y los argentinos las tenemos. Tenemos como gracia (tal vez como todos los pueblos) a la cercanía, la ternura y la misericordia en esa búsqueda de la reunión; en el placer del conversar; de vivir la comunidad; de expresarnos en conjunto; en esa facilidad para organizarnos, y con estos sencillos y naturales instrumentos hemos combatido contra los nativos que pretenden denostarnos; contra los imbéciles que a través de los medios masivos de incomunicación insultan y dicen lo peor del pueblo al que pertenecemos; contra los que promueven la salida por Ezeiza en lugar de convocar a la lucha por lo propio tan heroicamente conquistado por nuestros héroes; con los que nos cuentan que la democracia liberal es la única solución y que necesita de la alternancia porque el poder corrompe, como si fuera posible extirpar la corrupción de un ser corruptible como el hombre y como si no la hubiera habido en los últimos cuarenta años a pesar de los diferentes signos partidarios que estuvieron a cargo del gobierno.

Con esto los hemos combatido y los hemos vencido en más de una oportunidad.

¿Y por qué podremos hacerlo nuevamente? Principalmente porque el mal nunca puede vencer absolutamente al Bien, pero además porque el espacio que ocupa el "campo del pueblo" no es estanco, siempre está en proceso, se mueve en el tiempo y esto lo hace inubicable para quien lo ve desde afuera. El pueblo sabe que "el tiempo es superior al espacio" y por eso siempre pasa.

Y en esto nos encontramos hoy, bastante golpeados, a veces agobiados, llenos de incertidumbre, pero sin duda tenemos con qué para retornar a las raíces de nuestra historia y a las raíces del espíritu que nos propuso el Papa disonante. En esto hay que imitarlo también, porque después del discurso es menester pasar al acto como él lo hizo; y para esto estamos obligados a recuperar la Unidad, a curar a los heridos, a que los más inquietos y activos vayan a transmitir la esperanza de que es posible una Patria grande y un pueblo feliz si nos organizamos para recuperar el Poder argentino que es el de un pueblo con consciencia y personalidad social.

Debemos dejar de tocar la música escrita en las partituras del "poder". Debemos sonar mal a sus oídos con la convicción de que nuestro pueblo escuchará correctamente.

No necesitamos para esto un Movimiento político confesional, ni una Iglesia colgada del Estado, sino argentinos en las calles y no en las "redes", argentinos con fe en la misión de poner la Patria de pie para que pueda dar toda su potencia al resto de los pueblos.

La Nota disonante quizás sea uno de los legados que nuestro Papa dejó para los argentinos, y con esa decisión y esa audacia con que Francisco escribió sobre un nuevo pentagrama en clave popular, será menester proceder en la Argentina.

Negando de este modo, que no es música ni literatura sino política, la voz de aquellos que pretenden dominarlo todo sobre el sacrificio de los pueblos y construir una Patria con el sello de la justicia que Francisco quería para su Iglesia, "... pobre y para los pobres", porque de "... los pobres de espíritu, es el Reino de los Cielos" (Cfr. Mateo 5,3).

Si somos capaces de ejercer nuestras disonancias, la Argentina será una Patria de hermanos, "fratelli tutti". Si no, no será.

"El argentino es un pueblo maravilloso que lo merece todo… sin esperanzas materiales casi, confiando más en las fuerzas del corazón y del espíritu, es decir, en la Providencia, es decir, en el martirio en definitiva, ese es un gran pueblo… de aquí o de ninguna parte surgirá la salvación de América del Sur, si ella debe ser salvada."
Leonardo Castellani (Su Majestad Dulcinea).

Cuatro jugadores argentinos despidieron al Papa Francisco en el Vaticano

artículo anterior

La planta de agua pesada de Arroyito busca revivir tras siete años de parálisis

Próximo artículo

También te puede gustar

Comentarios

Los comentarios están cerrados.

Más en ARGENTINA