La formación no convencional de Vaca Muerta registró en febrero una producción récord de 441.748 barriles diarios de shale oil, lo que representa un crecimiento del 25,3% en comparación con el mismo mes de 2024. Sin embargo, detrás del optimismo por las cifras se esconde una dinámica que empieza a generar preocupación en el sector: el crecimiento ya no está impulsado por mejoras en la productividad, sino por un aumento sostenido en la cantidad de pozos.
Según el consultor energético Daniel Gerold, quien presentó estos datos en el almuerzo del Club del Petróleo en Buenos Aires, el cambio en el patrón productivo es claro. Hasta mediados de 2023, el salto en la producción respondía a una mayor eficiencia técnica en cada pozo. Desde entonces, el impulso proviene casi exclusivamente de la expansión del número de perforaciones activas.
Tan solo en los dos primeros meses de este año se sumaron 78 nuevos pozos, un 23,8% más que en el mismo periodo del año pasado. Esta estrategia permitió mantener el crecimiento en los volúmenes, pero con un costo cada vez mayor: se requieren más inversiones, mayor logística y más infraestructura, en un contexto económico y financiero que se vuelve más complejo.
Costos crecientes y márgenes en tensión
El panorama global tampoco juega a favor. El precio internacional del petróleo cayó un 30% en el último año, y desde el llamado “Liberation Day” del 2 de abril, cuando se agudizó el pesimismo en los mercados, el retroceso fue del 17%. Esta caída impacta directamente en los márgenes de rentabilidad, especialmente en un país con inflación persistente y atraso cambiario.
Mientras los costos dolarizados de producción se encarecieron un 11% solo en marzo, el precio de exportación del crudo argentino ronda los 58-59 dólares por barril, por debajo del punto de equilibrio de muchos proyectos. En el mercado local, el desfase es aún mayor: los combustibles aumentaron apenas un 11% interanual, muy lejos del ritmo inflacionario real.
A pesar de que Vaca Muerta sigue siendo competitiva frente a otras cuencas como el Permian en Estados Unidos, el modelo actual depende demasiado de factores externos y de un financiamiento aún incierto. Gerold lo resumió con claridad: “El capital generado y el capital financiado son las dos caras del desafío actual”.
Una oportunidad que exige estrategia
La energía no convencional sigue siendo una de las principales apuestas exportadoras del país, con un aporte positivo de 5.670 millones de dólares a la balanza energética en 2024. No obstante, basar el crecimiento exclusivamente en la cantidad de pozos perforados y no en la eficiencia o la innovación tecnológica podría convertirse en una debilidad estructural a mediano plazo.
“El desarrollo energético no puede quedar atado únicamente al contexto de precios o a una lógica extractiva sin planificación”, advirtió Gerold. La advertencia no es menor: sin un modelo sostenible, el boom de Vaca Muerta podría tener fecha de vencimiento.
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