Ozzy Osbourne, exlíder de la banda Black Sabbath, falleció este martes a los 76 años, menos de tres semanas después de presentarse por última vez en vivo. El show, titulado Back to the Beginning, fue transmitido en simultáneo a 5,8 millones de espectadores y se convirtió en el más visto en la historia del streaming. Durante su carrera, Osbourne fue una figura central del heavy metal y atravesó múltiples problemas de salud en sus últimos años.
En 2023, luego de cancelar varias fechas por su estado físico, Osbourne había negado su retiro definitivo. En una entrevista con Rolling Stone, expresó su deseo de volver a actuar al menos una vez más: "Solo quiero estar lo suficientemente bien para hacer un show donde pueda decir: ‘Hola chicos, muchas gracias por mi vida’".
También declaró: "Si me caigo muerto al final, moriré siendo un hombre feliz". La frase recobró fuerza tras conocerse la noticia de su muerte.
Osbourne fue diagnosticado con Parkinson en 2020, en estadio 2. Su esposa, Sharon Osbourne, aclaró que no se trataba de una enfermedad terminal, aunque el deterioro físico del músico avanzó progresivamente. A lo largo de su vida, también enfrentó múltiples lesiones físicas. En 2003, sufrió un accidente con un cuatriciclo que le provocó varias fracturas y lesiones internas. Como consecuencia, se le implantaron varillas metálicas en la columna.
En 2019, un accidente doméstico lo obligó a someterse a nuevas cirugías y a una extensa rehabilitación. También enfrentó una neumonía ese mismo año, lo que lo mantuvo alejado de los escenarios durante un largo período. Osbourne llegó a necesitar 15 tornillos en la columna y sesiones de fisioterapia para mantener la movilidad.
Además de sus problemas físicos, el cantante convivió desde joven con dislexia, TDAH, alcoholismo y adicciones. En 2024, reconoció públicamente que no estaba “completamente sobrio”, aunque aseguró haber dejado el alcohol. La muerte del Príncipe de las Tinieblas llegó este martes ocurrió en circunstancias que evocaron sus propias palabras.
Comentarios